Abrí este blog en noviembre. Hice una entrada de presentación incómoda y no volví a publicar. Hasta he tenido que cambiar la contraseña de la cuenta porque no lograba acordarme de la antigua. Pero voy a intentarlo de nuevo.
Hoy ha sido un día extraño. Uno de ésos en que tu humor gira más que una veleta y no sabes exactamente por qué. Cierto que ha habido pequeñas cosas que me han sacado de quicio con motivo, como el papeleo para Taiwán, pero en otros momentos he sido incapaz de entender por qué se daban pequeñas palpitaciones, se me aceleraba el pulso o me salía una sonrisita tonta.
Pero una cosa sí que la tengo clara, hoy he sonreído genuinamente dos veces, y de manera totalmente inesperada. La primera vez ha sido a primera hora de la tarde, al bajarme apresuradamente del tren en Arc de Triomf para ir a coger el metro. Iba con paso rápido, tratando de no chocar con la gente y me he cruzado con un chico, o quizá era un hombre, que miraba con ahínco un cartel. En sus manos llevaba una bellísima edición de El nombre del Viento de Patrick Rothfuss. No ha sido más de un segundo pero, sólo sé que iba con prisa y que, de golpe, un libro negro con enrevesadas enredaderas verde esmeralda ha captado mi atención, ha estimulado mi cerebro. Y antes de darme cuenta estaba sonriendo. Sólo porque un anónimo llevaba en brazos un libro que adoro en un andén por dónde yo también he caminado cargando ese mismo libro y deseando que llegara el tren para poder sentarme y leer más sobre Kvothe.
La segunda vez ha sido casi de noche. Llovía en Barcelona y yo estaba en la famosa y enorme librería de Plaça Catalunya haciendo cola para pagar un cómic. Se acercaba la hora de cerrar así que todas las cajas estaban suturadas, y las colas de gente ocupaban todo el pasillo. Me aburría, allí de pie. Paseaba la vista de un lado a otro, con desgana, apenas prestando atención, debatiendo si el cómic valía la espera. Y entonces lo he visto. Justo a mi lado había una empleada cerrando su caja. Estaba contando dinero y metiéndolo en una especie de cono transparente que después ha pasado a un encargado. Y en ese momento, cuando ha alargado el brazo para entregar el dinero, lo he visto. Allí, en su chaleco verde, rodeada de otras pequeñas chapas, había una, toda negra con una gran X blanca en el centro y debajo de ésta, la palabra: Japan. He sonreído. Allí de pie, con mi cómic en la mano y esperando mi turno. He sonreído al encontrarme con una persona que sabe qué es X Japan y que le gusta lo suficiente como para llevar una chapa en su chaleco de empleada.
He salido con mi cómic en el bolso y una sonrisa en los labios sin preocuparme por lo mucho que llovía y que, como siempre, no tenía paraguas. He disfrutado de un buen rato de lectura en el trayecto a casa, y he cenado un tofú con champiñones preconicinado que me ha sabido sublime.
Luego he ido a mi cuarto y me he tirado las Cartas de Clow (que hacía años que no tocaba y que hasta mi reciente reorganización de mi habitación ni siquiera sabía dónde estaban) siguiendo las instrucciones de la Tirada General. El resultado me ha hecho sonreír tanto que me tiraban las mejillas, y han dejado de importarme esos cambios de humor sin ton ni son.
En resumen, día muy mediocre pero con tres puntos muy breves y muy álgidos.
Alena
Recuento del día:
*Gente enfadada/decepcionada conmigo: 1
*Gente que hace siglos que no veo y que me encuentro por casualidad: 2
*Pasiones redescubiertas: 1
*Cappuccinos del Starbucks: 1
*Autorizaciones para pruebas médicas para irme al extranjero: 2,5
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