Hoy he tenido uno de esos…
Para poneros en situación… eran las ocho y media de la tarde y yo volvía a casa montada en la bici. El trayecto de ida es un muy engorroso porque es subida, pero por eso mismo, el trayecto de vuelta es un lujo; baja y sigue bajando.
Así que, ahí estaba yo, pedaleando una vez cada diez metros y apretando los frenos con ligereza cuando me he parado en un semáforo en rojo. Y, sin saber por qué, he perdido la vista en el cemento de la calle. He visto que había una piedrecita marrón, y de golpe la piedrecita ha empezado a moverse. Resulta que era una de esas cucarachas marrones que salen en todos los botes de insecticida y por las que la mayoría de la humanidad siente repulsión instantánea. La cucaracha avanzaba dando tumbos, cambiando de dirección cada pocos centímetros. Además, cuando pasaba un coche por su lado, se quedaba petrificada. Y, en ese momento, esa cucaracha, amiga, abuela o prima segunda por parte de padre de otra cucaracha a la molí a escobazos este verano en mi cocina, me dio pena. Pobre cucaracha. Perdida en un mar negro de cemento, sin saber a dónde ir, y con el “hacerse el muerto” por única arma de supervivencia. Pobre cucaracha.
Y entonces se me ha ocurrido que el mar negro no tiene porque ser de cemento, puede ser un mar negro de dudas, de crisis, de problemas. Y quién más feo, quién más guapo, frente a dichos tsunamis, todos somos cucarachas.
Así que, avancemos con cautela y aguatemos el aire cada vez que algo enorme nos pase rozando a toda velocidad esperando que no nos lleve por delante y podamos seguir dando palos de ciego en ese mar negro.
Y con esto y un bizcocho...
Alena
Recuento del día:
*Informes hechos hoy: 6
*Grandes cosas que pasan mañana: 1
*Padres que mañana cogen aviones para volver a casa: 1
*Cosas que me he olvidado del súper: 1
*Libros de amigas que terminaré hoy: 1
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